Los superalimentos.
A día de hoy no tenemos una definición concreta y aceptada de lo que sería un superalimento, ni de que alimentos podemos incluir en este grupo, aunque no son pocos los que han oído hablar de las bayas de goji, la chía, la quínoa, el trigo sarraceno, etc.
Podemos intuir por lo que se escucha en radio y televisión, y se lee en la prensa y la web, que son unos alimentos con unas propiedades casi milagrosas y unos beneficios para la salud que se salen de lo normal. Incluso se está estableciendo una relación remedio-enfermedad con muchos de ellos. Esto es peligroso.
Pues bien, me atrevo a decir que no existen los superalimentos tal y como nos los quieren vender. Existe gente influenciable a la que se quiere vender un determinado producto.
¿No hay nada de verdad pues en los superalimentos? Tampoco es eso. Existen ciertos alimentos que comparados con otros similares contienen más cantidad de un determinado nutriente. Existen alimentos en los que se empieza a encontrar evidencias de que en su composición hay elevados niveles de ciertas sustancias beneficiosas para el organismo. Pero poco más. Se están haciendo afirmaciones muy poco rigurosas y exagerando las bondades para la salud de muchos de ellos con un claro objetivo económico.
En este sentido podemos destacar cuestiones comunes a los llamados superalimentos:
Las modas.
Cada año hay ciertos alimentos que se ponen de moda, pero poco tiempo después parece que ya no se hable de ellos, como fue en su día el salvado de avena o las bayas de goji. ¿Cuál es el motivo? ¿Qué ha salido algo mejor y siempre hay que estar a la última? Posiblemente, pero recordad que estamos hablando de alimentos y no de teléfonos inteligentes.
En el primer caso fue Pierre Dukan quien con la publicación de sus famosos libros y dietas montó un gran negocio alrededor del salvado de avena, y que pese a que ya existía en el mercado, creó su propia marca, algo más cara por supuesto, con la justificación de que no todos los salvados valen y que el suyo era el único que tenía los coeficientes óptimos de moltura y cernido, que denominó índice global M2bis-B6C.1 Si alguien lo entiende que me lo explique.
La locura con las bayas de goji nos llegó de Estados Unidos, gracias al gurú de las vitaminas y los antioxidantes Earl Mindell2, que con un currículum plagado de titulaciones no reconocidas y después de explotar alimentos como el vinagre de manzana y la soja, vio el filón en el zumo de las bayas de Lycium barbarum, al que atribuye beneficios frente al cáncer y contra el envejecimiento. Muchas historias son las que se cuentan para apoyar esta afirmación. Una es la de los monjes de un templo budista en el cual todos llegaban a los ochenta años con el pelo y los dientes intactos, debido a que a lado del pozo del que se abastecían había un arbusto el cual dejaba caer las bayas al agua transfiriendo sus propiedades al que las bebía. También se cuenta la historia de Li Chin-Yuen que vivió doscientos cincuenta y dos años gracias a su consumo de las bayas de goji3. ¿Cómo lo veis? Según Mindell su preparado Himalaya Goji Juice es el único recomendado, puesto que ha perfeccionado un sistema de extracción del zumo que preserva todas las propiedades, cosa que no está al alcance de los preparados de la competencia. Y además al venir del Himalaya, bendecida por los monjes tibetanos, seguro que es mejor.
Bayas de goji cultivadas en China.
Estas historias tienen muchos peros. Por ejemplo, con las condiciones climáticas del Himalaya difícilmente se puede cultivar a gran escala esta planta. Como suele ser habitual se cultiva en China, y a lo burro, y de ahí la llevan al Himalaya y a otros lugares para venderla. Digo a lo burro porque un estudio realizado por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) reveló el escaso o nulo control sobre plaguicidas y contaminantes que realizaban los importadores, ya que se encontraron niveles por encima del máximo permitido de plomo, cadmio, cobre y diversos plaguicidas en muestras adquiridas en herbolarios, supermercados, etc.4. La gente las adquiere por ser saludables y el efecto puede ser el contrario.
La procedencia lejana.
Parece ser que de donde más lejos venga el santo, más grande será el milagro. Y cuanto más exótico mejor. La mayoría de estos superalimentos van a proceder de Suramérica, lejano oriente o las antípodas. Su precio en el mercado puede ser bastante elevado, y no al alcance de muchos. Además si lo queremos de cultivo ecológico, pensando que aún será mejor, el precio puede subir más. Hablemos por ejemplo de la chía y la quínoa.
La chía (Salvia hispanica) es una planta herbácea de la familia de las lamiáceas (como nuestra salvia, romero, tomillo o albahaca) procedente de Centroamérica, aunque no es el único lugar donde se cultiva, haciéndose también en Australia. Se consumen sus semillas por ser ricas en ácidos grasos omega-3, y también en minerales como el calcio, magnesio, fósforo y yodo, entre otros.5
La quínoa es un pseudocereal originario de la cordillera de los Andes, cultivándose desde Colombia hasta el norte de Argentina y sur de Chile, siendo Bolivia y Perú los principales productores. Sus granos se consumen tostados o cocidos, pudiéndose también hacer harinas de ellos. De este alimento destacamos la calidad de sus proteínas, que si bien en cantidad es similar al de otros granos como el trigo o inferior al de legumbres como la lenteja o el frijol, contiene todos los aminoácidos esenciales, cosa que no ocurre con la mayoría de los granos, que tienen un bajo contenido del aminoácido esencial lisina, ni con la mayoría de las legumbres que tienen un bajo contenido en los aminoácidos sulfúricos (metionina y cisteína). Además la quínoa contiene una mayor cantidad de grasas que los granos o legumbres, y casi la mitad son ácidos grasos omega-3 y omega-6. También aporta cantidades importantes de hierro, magnesio y zinc. Por todo ello la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) declaró el 2013 el Año internacional de la Quínoa.6
Plantación de quínoa en la región andina.
La desinformación.
Uno de los principales problemas que nos encontramos hoy en día a la hora de obtener información fidedigna sobre cualquier tema, pero en particular en temas de nutrición, es la poca veracidad de muchas de las fuentes que consultamos. La accesibilidad a la información que tenemos hoy en día a través de la web es un arma de doble filo. Debemos buscar respuestas de fuentes fiables, como organismos oficiales, entidades académicas, revistas científicas, y no en redes sociales, blogs o webs que no apoyen sus aseveraciones con datos científicos contrastados, y que muchas veces tienen detrás un fin lucrativo.
En el tema de los superalimentos vemos muchas publicaciones en las que se les atribuyen propiedades curativas de ciertas enfermedades. No existe un alimento que cure tal dolencia, no se deben atribuir propiedades curativas a los alimentos, y debemos desconfiar de quien lo haga. En todo caso sí que pueden existir alimentos que aporten determinados compuestos que prevengan ciertas enfermedades, que no es lo mismo, aunque estas afirmaciones han de estar contrastadas por estudios bien hechos. El problema es que es bastante difícil encontrar estudios que se hayan realizado de la manera correcta. 8
Semillas de chía (Salvia hispanica).
Muchos de estos productos se recomiendan para la pérdida de peso. En dietas de adelgazamiento lo importante es la ingesta diaria total, de calorías, principios inmediatos y nutrientes, que ha de ser la adecuada y estar planificada por un profesional de la nutrición. El incluir un superalimento no es sinónimo de pérdida de peso.
Tampoco debemos caer en la creencia de que al incluir algunos de los superalimentos va a ser la solución a nuestros problemas de salud si nuestra dieta y estilo de vida no es el adecuado. De nada sirve incluir productos de este tipo en una comida si el resto del día nuestras ingestas no son las adecuadas.
CONCLUSIONES.
Existen alimentos que por su composición y riqueza en ciertos nutrientes son de más calidad que otros, y que a algunos les gusta llamarlos “superalimentos”.
Estos alimentos siempre han existido, han estado a nuestro alrededor y son muchos, como la sardina, el salmón, las nueces, el huevo, las legumbres, la leche, la granada, el brócoli, el ajo, el chocolate, la canela… Sólo que ahora que el comercio global nos permite conseguir fácilmente cualquier producto, y la rapidez con la que un alimento se puede poner de moda, se va aumentando la lista con productos que llegan de otras partes del mundo, con muy buenas propiedades, pero algunas de ellas exageradas.
Tampoco hay que caer en el error de pensar que los alimentos “normales”, los de toda la vida, no vayan a tener grandes propiedades nutricionales.
Las frutas, verduras y legumbres siempre han estado a nuestro alcance.
¿Es bueno incluirlos en nuestra dieta?
Una buena dieta es una dieta variada que incluye productos de todo tipo, en este sentido no hay nada malo en incluirlos, siempre que estemos dispuestos a pagar el precio por ellos, que suele ser más elevado de lo habitual. Pero hay que tener claro que la importancia está en el conjunto de la dieta, no en alimentos individuales.
¿Es necesario incluirlos en nuestra dieta?
No es necesario. Los productos de cercanía que producimos en nuestros campos, mares y granjas pueden satisfacer todas nuestras necesidades. Es cierto que personas con dietas restringidas, como los vegetarianos, pueden encontrar en estos productos mejores fuentes de ciertos nutrientes o mejores alternativas a los alimentos de origen animal. Pero para el resto de la población no es imprescindible. Pongamos ejemplos.
Si consumimos productos lácteos, carne, pescado y frutos secos no necesitamos una especie vegetal como la chía que me proporcione omega-3, omega-6, calcio, hierro y otros minerales, ya que abundan en estos productos que hemos mencionado.
Aún siendo vegetariano, en el tema concreto del aporte proteico no me es imprescindible un vegetal como la quínoa que me aporte todos los aminoácidos esenciales de una vez, ya que si combino correctamente la proteína vegetal como se ha hecho tradicionalmente (frijoles con arroz, garbanzos con cuscús, lentejas con arroz) obtengo el mismo resultado. Incluso no habría problemas en hacerlo en diferentes tomas. Lo importante es que se incluyan a lo largo del día, y si son variedades integrales mejor.7
Si tenemos a nuestro alcance naranjas, tomates, granadas, moras, zanahorias, coliflores, brócolis, alcachofas, ajos, y un largo etc. no necesitamos bayas de goji o cualquier producto que sea un boom de antioxidantes. ¿Acaso no tenemos “superalimentos” cerca de casa que tenemos que ir a buscarlos al otro extremo del planeta? Pensemos en ello.
D. Jordi Ronda i Mayor
Licenciado en Biología.
Licenciado en Ciencia y Tecnología de los Alimentos.